domingo, 6 de marzo de 2016

Hijo de la luz

Como ya hemos leído y comentado la primera parte, aquí os pongo la segunda. Como veréis, a pesar del lirismo, el tema del poema es bastante claro. He subrayado algunas figuras, ¿sabéis cómo se llaman? ¿Encontráis alguna más?

II

Tú eres el alba, esposa: la principal penumbra,
 recibes entornadas las horas de tu frente.
 Decidido al fulgor, pero entornado, alumbra
 tu cuerpo. Tus entrañas forjan el sol naciente.

 Centro de claridades, la gran hora te espera
 en el umbral de un fuego que el fuego mismo abrasa:
 te espero yo, inclinado como el trigo a la era,
 colocando en el centro de la luz nuestra casa.

 La noche desprendida de los pozos oscuros,
 se sumerge en los pozos donde ha echado raíces.
 Y tú te abres al parto luminoso, entre muros
 que se rasgan contigo como pétreas matrices.

 La gran hora del parto, la más rotunda hora:
 estallan los relojes sintiendo tu alarido,
 se abren todas las puertas del mundo, de la aurora,
 y el sol nace en tu vientre donde encontró su nido.

 El hijo fue primero sombra y ropa cosida
 por tu corazón hondo desde tus hondas manos.
 Con sombras y con ropas anticipó su vida,
 con sombras y con ropas de gérmenes humanos.

 Las sombras y las ropas sin población, desiertas,
 se han poblado de un niño sonoro, un movimiento,
 que en nuestra casa pone de par en par las puertas,
 y ocupa en ella a gritos el luminoso asiento.

 ¡Ay, la vida: qué hermoso penar tan moribundo!
 Sombras y ropas trajo la del hijo que nombras.
 Sombras y ropas llevan los hombres por el mundo.
 Y todos dejan siempre sombras: ropas y sombras.

 Hijo del alba eres, hijo del mediodía.
 Y ha de quedar de ti luces en todo impuestas,
 mientras tu madre y yo vamos a la agonía,
 dormidos y despiertos con el amor a cuestas.

 Hablo, y el corazón me sale en el aliento.
 Si no hablara lo mucho que quiero me ahogaría.
 Con espliego y resinas perfumo tu aposento.
 Tú eres el alba, esposa.  Yo soy el mediodía.

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